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Las turberas en Colombia podrían ser una herramienta importante para combatir el cambio climático. Pero primero debemos encontrarlas.

El profesor adjunto de Estudios Ambientales Scott Winton llevó a cabo tres años de extenso trabajo de campo para desarrollar el primer mapa basado en datos de turberas recientemente documentadas y previstas en los Llanos Orientales y la Amazonia Colombiana.

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aerial view of a palm swamp peatland in Colombia

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Allison Arteaga Soergel

  • Los Llanos Orientales y la Amazonia colombiana probable contiene entre 7370 y 36 200 kilómetros cuadrados de turberas.
  • Las turberas colombianas podrían estar secuestrando actualmente una cantidad de carbono equivalente a 70 años de emisiones del país provenientes de combustibles fósiles e industrias.
  • La densidad promedio de carbono por área en estas turberas es de cuatro a diez veces mayor que en la selva Amazónica.
  • Los investigadores identificaron dos tipos específicos de turberas colombianas, incluidas las turberas de arena blanca no se habían documentado previamente en Sudamérica.
 Los investigadores caminan por el aqua en una turbera y toman medidas científicas
El profesor adjunto de Estudios Ambientales Scott Winton (derecha) y su equipo de investigación recolectan muestras de suelo y datos sobre las condiciones hídricas y las comunidades vegetales en uno de los 51 sitios de turberas que identificaron mediante un extenso trabajo de campo en los Llanos Orientales y la Amazonia Colombiana. Foto: Scott Winton

Scott Winton, profesor adjunto de Estudios Ambientales de la UC Santa Cruz, lleva casi una década explorando los suelos de los humedales en los trópicos. Como ecólogo de humedales y biogeoquímico, ha trabajado arduamente en la investigación de un tema importante y misterioso: las turberas. 

Las turberas son un tipo especial de humedales, con un enorme potencial para ayudar o perjudicar los esfuerzos globales para abordar el cambio climático. Si queremos que las turberas nos ayuden, tendremos que protegerlas. Pero eso es difícil, ya que aún desconocemos cuántas existen ni dónde se encuentran.

La última investigación de Winton, publicada en la revista Environmental Research Letters, proporciona el primer mapa basado en datos de las áreas de turberas, tanto documentadas como previstas, en los Llanos Orientales y la Amazonia colombiana. Winton y su equipo estiman que la región contiene entre 7370 y 36 200 kilómetros cuadrados de turberas. La protección de estos ecosistemas podría ayudar a Colombia a reducir sus emisiones de carbono como parte de los acuerdos internacionales sobre cambio climático.

Las emisiones de carbono son las cantidades excesivas de dióxido de carbono que se liberan a la atmósfera debido a las actividades humanas, especialmente la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural. Cuando el exceso de dióxido de carbono se acumula en la atmósfera, actúa como una manta térmica que retiene el calor, calentando nuestro planeta y provocando el cambio climático. Para abordar este problema, necesitamos principalmente reducir el uso de combustibles fósiles. Pero también es importante conservar los ecosistemas clave que actúan naturalmente como “sumideros de carbono”, atrapando y almacenando parte de nuestras emisiones bajo tierra.

Aquí es donde entran en juego las turberas.

Superpotencias del secuestro de carbono

Las turberas son excelentes para almacenar carbono, debido a que sus suelos permanecen inundados y por ende presentan bajas concentraciones de oxígeno, lo que limita el crecimiento y la acción de los organismos descomponedores de materia orgánica (plantas muertas). Normalmente, las plantas absorben parte del dióxido de carbono de la atmósfera e incorporan el carbono en sus tejidos; luego, cuando mueren, los descomponedores las digieren, liberando dióxido de carbono de nuevo a la atmósfera. Pero en las turberas, el proceso de descomposición se detiene por completo, por lo que, con el tiempo, una gran cantidad de carbono se acumula y queda atrapada en los suelos de turba en forma de materia orgánica parcialmente descompuesta.

Los investigadores sostienen una muestra de suelo oscuro y húmedo.
Los investigadores Edmundo Mendoza, Jhon Larry Basallo y Andrés Núñez colectan una muestra de turba. Los suelos de turba retienen grandes cantidades de carbono en forma de materia orgánica parcialmente descompuesta. Foto: Scott Winton

En Colombia, el equipo de Winton descubrió que la densidad promedio de carbono por área en las turberas es de cuatro a diez veces mayor que en la selva Amazónica. Este hallazgo coincide con lo que los científicos saben sobre la capacidad de secuestro de carbono de las turberas en otras partes del mundo.

“A escala global, las turberas cubren solo el 3% de la superficie terrestre, pero almacenan más carbono que todos los árboles del mundo”, explicó Winton. “Tendemos a centrarnos en los bosques cuando pensamos en la capacidad natural de absorber parte del exceso de dióxido de carbono de nuestra atmósfera, pero las turberas tienen un potencial de almacenamiento de carbono muy superior”.

Debido a lo anterior, las turberas son como héroes anónimos que han estado trabajando para ayudar a amortiguar el impacto de nuestras emisiones de combustibles fósiles. Pero hay un problema: las turberas solo pueden seguir almacenando carbono si se mantienen constantemente húmedas. Cuando se drenan las turberas para la agricultura u otro tipo de actividad, los organismos descomponedores del suelo se ponen a trabajar de inmediato para descomponer la materia orgánica parcialmente descompuesta en los suelos de turba, liberando el carbono almacenado a la atmósfera. Las turberas secas también pueden incendiarse, liberando rápidamente sus reservas de carbono.

Desafortunadamente, esta situación se está dando actualmente en algunas partes del mundo.

“Recientemente se ha producido un drenaje masivo de turberas para la agricultura en el Sudeste Asiático, lo que ha provocado la compactación y el hundimiento del suelo, así como incendios forestales catastróficos que se convierten en una enorme fuente de carbono para la atmósfera”, afirmó Winton. “Indonesia, por ejemplo, es un caso excepcional en cuanto a sus emisiones en relación con el PIB debido al cambio en el uso del suelo. Y una vez destruidas las turberas, pueden tardar 1000 años en recuperar el carbono perdido del suelo, lo que demuestra la importancia de trabajar proactivamente para proteger estos ecosistemas”.

Encontrar turberas, antes de que sea demasiado tarde

Uno de los principales desafíos para proteger las turberas es que no siempre son fáciles de distinguir de otros tipos de humedales por su apariencia superficial. Documentarlas requiere una investigación minuciosa, pero siguen siendo poco estudiadas en muchas partes del mundo. En Colombia, por ejemplo, cinco décadas de guerra civil hicieron que muchas zonas del país fueran inaccesibles para la investigación ecológica. Los acuerdos de paz han posibilitado la investigación, pero el país también está experimentando una alta tasa de deforestación, lo que significa que es muy probable que las turberas están siendo destruidas incluso antes de que puedan ser identificadas.

Encontrar las turberas de Colombia y frenar su destrucción podría prevenir la liberación de importantes reservas de carbono, reduciendo así las emisiones totales de carbono del país. Con ese objetivo, Winton y un equipo de investigadores se lanzaron a la búsqueda de turba. Comenzando por las regiones identificadas mediante un mapa predictivo global de humedales, conversaron con la población local para comprender qué comunidades vegetales podrían estar asociadas con las turberas. Posteriormente, utilizaron imágenes satelitales para encontrar zonas prometedoras para visitar e investigar. Fue un proceso difícil, pero gratificante, que duró tres años.

Fotos de humedales de palmeras y turberas de arena blanca
Los investigadores identificaron dos tipos específicos de turberas
en Colombia: humedales de palmeras y turberas de arena blanca,
ambas con variaciones boscosas y abiertas. Imagen:
Environmental Research Letters

“Visitamos muchos humedales sin encontrar turba, y tuvimos que dar vueltas y luchar un poco antes de encontrar lo que buscábamos”, recuerda Winton. “Un día, mientras trabajabamos con el agua hasta el pecho, recuerdo haberme sumergido para recoger un puñado de suelo. Fue entonces cuando encontramos nuestra primera turba, y nos dimos cuenta de que finalmente estábamos en el lugar correcto”.

Winton y su equipo encontraron suelos de turba en 51 de los más de 100 humedales que visitaron. En cada sitio donde encontraron turba, recolectaron muestras de suelo y datos detallados sobre las condiciones del agua y las comunidades vegetales. Identificaron dos tipos específicos de turberas colombianas: humedales de palmeras y turberas de arena blanca, ambas con variaciones boscosas y abiertas. Las turberas de arena blanca no se habían documentado previamente en Sudamérica. El equipo de Winton los describió como áreas permanentemente húmedas cubiertas de árboles de tallo delgado y a menudo raquíticos, que crecen en hasta dos metros de suelo de turba sobre arena blanca.

Las nuevas observaciones del equipo sobre las características de las turberas colombianas les permitieron construir un modelo predictivo mejorado, que muestra la posible existencia de turberas adicionales en las tierras bajas colombianas. Los investigadores también analizaron las muestras de suelo recolectadas para determinar su contenido de carbono. En conjunto, estos resultados permitieron al equipo estimar que las turberas Colombianas podrían estar secuestrando actualmente una cantidad de carbono equivalente a 70 años de emisiones del país provenientes de combustibles fósiles e industrias.

Winton espera que una mejor comprensión del valor de estos recursos de turberas y su posible distribución ayude a los científicos locales y al gobierno colombiano a continuar el trabajo para identificar y proteger más turberas del país.

“Hay muchos lugares en Colombia y en todo el mundo donde aún podríamos encontrar grandes turberas que desconocíamos, lo que cambiaría por completo las suposiciones actuales”, afirmó Winton. “Realmente necesitamos más investigación en los trópicos para corroborar e identificar la distribución de las turberas, de modo que podamos priorizar su conservación a nivel mundial con un panorama más completo”.


Edmundo Mendoza, estudiante de doctorado en Estudios Ambientales, colaboró ​​con la traducción al español de este artículo.

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Last modified: Jul 31, 2025