Por primera vez en casi dos años las residencias estarán llenas de estudiantes y eso significa el regreso a la normalidad para Olivia Silva. Así como para unos 140 miembros del personal del Servicio de Limpieza y de Comedores, Silva fue una de los muchos trabajadores in situ que desempeñaron un papel crítico en la respuesta del campus al COVID-19. Ellos continuaron viniendo al campus para hacer frente al aumento en la demanda de limpieza por dondequiera, después de que la universidad enviara a casa a los estudiantes y al personal para que siguieran aprendiendo y trabajando.
“Trabajamos muy duro todos los días, mayormente en los Colegios 9 y 10 ya que allí quedaron viviendo había algunos estudiantes, estudiantes internacionales que no podían irse a casa. Nuestro trabajo pasó hacia allá para atenderlos durante un año. Fue algo aterrador y a veces deprimente pero gracias a Dios aquí estamos ahora”, dijo Silva.
Su mayor temor era enfermarse y exponer a su familia al virus. “Yo estaba preocupada. Andaba todo el día con la mascarilla puesta en el trabajo y me cercioraba de mantenerme a distancia de todos. Mantener a mi familia segura era muy importante”. Como su esposo también era un empleado esencial, durante la semana el hijo y la hija de ellos se quedaban solos en casa asistiendo a la escuela en línea.
En los últimos 23 años, Silva ha formado parte del equipo de limpieza de la universidad, manteniendo limpias y seguras las residencias del sector oeste del campus. Por razones personales, eso es muy importante para ella. “Quiero hacer lo mejor que puedo. Trato de mantener seguros a los estudiantes. Pienso que si mi hija e hijo asistieran a la universidad, yo quisiera que todo allí estuviese limpio”.
Cada mañana, Silva empieza a trabajar a las 7:30, con cinco minutos de estiramiento a fin de preparar el cuerpo para el trabajo que tiene por delante. Después de entrar en calor, Silva reúne sus aperos, se pone las gafas de protección, guantes y mascarilla, recoge sus suministros y parte rumbo a los dormitorios del Jardín C y el D, en el cuadrante inferior del Colegio Rachel Carson. Ella es una de seis personas asignadas a ese colegio. Silva limpia las áreas públicas, tales como entradas, pasillos, escaleras, baños y ventanas – dentro y fuera – así como los cuartos de lavandería, incluso dentro de las máquinas. Ella se siente orgullosa de su trabajo y los estudiantes se dan cuenta de ello. “Algunos estudiantes me dicen ‘muchas gracias por su afán en el trabajo’. A veces me hacen regalos en el verano y en Navidad – flores, tarjetas o tarjetas de regalo. Hay veces que me ponen una notita en mi taquilla, diciéndome ‘Gracias por su afán. Usted es como si fuera mi mamá’”.
Es una labor agotadora, sobre todo en los meses de verano cuando las cuadrillas efectúan lo que se llama la primera limpieza – una limpieza profunda de cada habitación en los dormitorios y apartamentos por todo el campus al final año académico. Ellos también preparan las habitaciones para el verano. “Hay grupos que vienen a las conferencias y programas de verano, y mantenemos los cuartos limpios mientras están aquí”.
Silva comenzó a trabajar en la UC Santa Cruz en el verano de 1999. “Era un trabajo duro, duro pero divertido”. Ese verano fueron contratadas doscientas personas y Silva formaba parte del equipo en el Colegio Stevenson. Les asignaron limpiar todas las habitaciones antes de que el primero de tres grupos de porristas de secundaria llegase para un campamento de verano. Al terminar, pasaron al Colegio Rachel Carson. Al final del verano a Silva la contrataron para trabajar como miembro permanente del personal de limpieza en Rachel Carson.